Juan Carlos Yamamoto

En la Nota titulada “Patrick Lafcadio HEARN e Inazo NITOBE: Dos autores que contribuyeron a la difusión internacional del Judo” publicada en setiembre de 2020 hemos mencionado al británico Lafcadio HEARN (1850 – 1904) y al japonés Inazo NITOBE (1862 – 1933) como 2 de los autores que más han contribuido a la difusión del Judo en occidente, a fines del Siglo XIX y comienzos del XX.

Allí, recordábamos que HEARN está considerado como el primer autor que hizo referencia al Ju-Jutsu en una obra publicada en idioma inglés, al hacerlo en su obra “Out of the East” (Fuera del Este) publicado en los Estados Unidos en el año 1895, mientras que NITOBE fue el primer autor japonés que hizo mención al Ju-Jutsu en una obra escrita en idioma inglés, al hacerlo en la obra “Bushido: The Soul of Japan” (Bushido: el alma del Japón) publicado en los Estados Unidos en el año 1899.

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Hearn (arriba.) y Nitobe (abajo)

Sin embargo, cabe destacar que tanto HEARN con sus 14 obras escritas relacionadas con Japón, como NITOBE con su obra principal “Bushido: The Soul of Japan, fueron 2 de los principales autores cuyas obras fueron de lectura casi obligada para todo intelectual occidental interesado en Japón que, por entonces, era un país lejano y casi desconocido que había permanecido aislado del mundo por más de 200 años durante los cuales rigió un régimen de aislamiento con el mundo que prohibía tanto el ingreso de extranjeros al Japón como la salida de japoneses hacia el exterior. Este régimen denominado “sakoku” (país cerrado) se extendió desde el año 1639 cuando fue instaurado por el Shogunato de Tokugawa (1603 -1867) hasta la firma de la llamada “Convención de Kanagawa” en marzo de 1854 entre el Comodoro Matthew PERRY de los Estados Unidos (que hizo su aparición comandando la flota de barcos a vapor nunca vistos en Japón en la Bahía de Tokyo en julio de 1853) y Fukusai HAYASHI en representación del Gobierno Japonés que abrió los Puertos de Shimoda y Hakodate al comercio con los Estados Unidos.

Este interés por Japón que se había despertado entre los artistas e intelectuales occidentales, especialmente, a partir de la primera participación de Japón, aunque en forma extraoficial, en la Exposición Universal de Londres de 1862 y, en forma oficial, desde la Exposición Universal de París de 1867, se acrecentó tras la Primera Guerra Chino-japonesa (1 de agosto de 1894 – 17 de abril de 1895) y, aún más, tras la Guerra Ruso-japonesa (8 de febrero de 1904 – 5 de setiembre de 1905), ya que este pequeño país casi desconocido hasta entonces llamó la atención del mundo al vencer sucesivamente a dos potencias como China y Rusia.

Las obras de arte exhibidas en la Exposición Universal de Londres de 1862 provenientes de la colección particular del diplomático inglés Rutherford ALCOCK (1809 – 1897) quien fue cónsul general y más tarde, ministro plenipotenciario británico en Japón entre 1858 y 1864 y, especialmente, las xilografías “ukiyo-e” pasaron a ser una fuente de inspiración de muchos pintores europeos, en particular, los impresionistas, dando lugar a lo que se llamaría más tarde “Japonismo”, término utilizado para denominar a la influencia de las artes japonesas en las artes occidentales.

De modo tal que destacados autores de grabados ukiyo-e encabezados por Utamaro KITAGAWA (1753(?) – 1806) y Hokusai KATSUSHIKA (1760 – 1849) llegaron a influir a grandes artistas europeos de la talla de Edouard MANET, Henri de TOULOUSE LAUTREC, Claude MONET, Vincent VAN GOGH y Paul GAUGUIN.

El auge del Japonismo dio lugar también a distintas publicaciones como la revista mensual especializada “Le Japon Artistique” publicada durante 36 meses en Francia por Siegfried BING (1838 – 1905)) desde mayo de 1888 o las monografías “Outamaro, le peintre des maisons vertes” (Utamaro; el pintor de las casas verdes) y “Hokousai; l’art japonais au xviiie siècle” (Hokusai; el arte japonés del Siglo XVIII) publicadas por Edmond GONCOURT (1822 – 1896), respectivamente, en 1891 y 1896.

Este interés en Japón se extendió también entre los artistas e intelectuales americanos en general y de la Argentina en particular, que era entonces una de las potencias económicas a nivel mundial y los miembros de su elite ilustrada eran habituales visitantes de Francia.


Gómez Carrillo (arriba), Darío I (centro) y Domecq García (abajo)

 

Cabe destacar que la Guerra Ruso-japonesa tuvo un valor adicional para la relación entre la Argentina y el Japón, debido a la cesión a Japón por parte del Gobierno Argentino de los cruceros acorazados Mariano Moreno y Bernardino Rivadavia que, rebautizados respectivamente como “Nisshin” y “Kasuga” tuvieron una participación decisiva en la resolución de dicha guerra a favor de Japón. Además, el entonces capitán de navío Manuel DOMECQ GARCÍA (1859 – 1951) que llegó a ser Ministro de Marina del Presidente Marcelo T. de Alvear entre 1922 y 1928 cumplió un importante rol en las relaciones entre ambos países, primero como presidente de la Comisión Naval que supervisó la construcción de los mencionados buques e hizo entrega de los mismos a la Armada Imperial Japonesa en el Puerto de Génova el 7 de enero de 1904 y más tarde, como observador designado por el Gobierno Argentino en dicha guerra que le obligó permanecer en Japón desde julio de 1904 hasta mayo de 1906. Su labor como observador fue volcada en un completo informe de 5 volúmenes publicado en 1908 (Vol. I: Estudio sobre la preparación y eficiencia de la Marina Japonesa y Vol. II: Estudio relativo a las acciones de guerra y demás operaciones navales realizadas, Vol. III: Principales Averías y Salvatajes durante la Guerra Ruso-japonesa, Vol. IV: Consideraciones generales sobre el combate, el tiro, la táctica naval y el material y Vol. V: Datos relativos al Plan general de organización de la Marina Militar Japonesa).

Las obras de Gómez Carrillo sobre Japón

Asimismo, DOMECQ GARCÍA siguió ligado con Japón y a su colectividad en la Argentina, siendo, por ejemplo, el fundador junto a Yoshio SHINYA (1884 – 1954) del Instituto Cultural Argentino Japonés en el año 1933 y su primer presidente. También, fue el autor del prólogo del libro “Imperio del Sol Naciente”, el primero publicado por el mencionado SHINYA en 1934. Éste fue el primer japonés que ingresó legalmente al país junto a Chujiro TORIUMI en el año 1900, a bordo de la Fragata Sarmiento en su primer viaje de instrucción y tocó varios puertos de Japón, cuando aún no había entrado en vigor el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Argentina y Japón firmado el 3 de febrero de 1898 y no se habían establecido las relaciones diplomáticas.

En el año 1906, el siguiente a la finalización de la Guerra Ruso-japonesa, se realizó el 2do viaje de la Fragata Sarmiento (27° de instrucción y el 7° de la Fragata) que incluyó varios puertos de Japón y que trajo a bordo al primer instructor de Judo que llegó a la Argentina, Yoshio OGATA y a Kotoku WATANABE, como su ayudante, contratados por la Armada.

El interés por Japón acrecentado tras la Guerra Ruso-japonesa había hecho que el Diario La Nación de la Argentina, por entonces uno de los diarios más importantes del mundo de habla hispana, enviara como corresponsal en Japón, a mediados del año 1905, al escritor y periodista guatemalteco, nacionalizado argentino, Enrique GOMEZ CASTILLO (1873 – 1927), a pedido de este último. Como producto de su estadía en Japón, CARRILLO publicó tres libros, “De Marsella a Tokio, sensaciones de Egipto, la India, la China y el Japón” en 1906, “El Alma Japonesa” en 1907 y “El Japón heroico y galante” en 1912. “De Marsella a Tokio, sensaciones de Egipto, la India, la China y el Japón” cuya gran parte está dedicada a Japón está prologado por su amigo y otro ilustre admirador del Japón, el poeta, periodista y diplomático nicaragüense, Rubén DARÍO (1867 – 1916) quien vivía en Europa tras su paso por la Argentina y seguía escribiendo para el diario La Nación del que fue colaborador durante 26 años.

En el mencionado Prólogo, DARÍO manifiesta su admiración por el arte japonés compartida con GÓMEZ CARRILLO cuando afirma “Juntos hemos admirado, con el querido Enrique, a Utamaro y Hokusay y a todos los artistas nipones que nos revelaban los Gouncourt (los hermanos Edmond y Jules GOUNCOURT, escritores y coleccionistas de arte japonés)…” y tampoco falta una mención sobre DOMECQ GARCÍA a quien reconoce como “nuestro buen amigo” al expresar “Uno se acostumbra a eso hasta el punto de desear hacerse japonés, para vivir a la japonesa. Yo aún no me he decidido a vivir en un cajón de esos, como nuestro buen amigo el coronel Domecq García, que duerme en el suelo y come en palillos,….”.

Las obras de Goncourt sobre Utamaro (arriba) y Hokusai (abajo)

DARÍO que nunca visitó Japón, en este Prólogo, menciona a varios autores cuyas obras lo habrían acercado a Japón, al igual que a muchos otros contemporáneos interesados en este país, como el inglés Joseph R. KIPLING (1865 – 1936) que visitó Japón en 1889 y 1892 y escribió “From Sea to Sea and Other Sketches, Letters of Travel” (De mar a mar y otros bocetos, Cartas de viaje; 1899)” que contiene varios capítulos referidos a Japón, el mencionado Lafcadio HEARN, el francés Pierre LOTI (1850 – 1923) que llegó a Japón en 1885 como oficial de la marina francesa y más tarde escribió la obra “Madame Chrysantheme” (Señora Crisantemo; 1887) y el norteamericano Percival LOWELL (1855 – 1916) quien lo visitó en 5 oportunidades entre 1889 a1893 y escribió varias obras relacionadas con Japón como “NOTO; an Unexplored Corner of Japan” (NOTO; un rincón inexplorado de Japón; 1891) y “Occult Japan or The Way of The Gods” (Japón oculto o el camino de los dioses; 1894).

Pero lo llamativo en la obra de GÓMEZ CARRILO es la referencia al Bushido en “El Alma Japonesa” donde se refiere sobre el tema en 2 capítulos “El Carácter Caballeresco” y “La Biblia Moral”, mientras que en “De Marsella a Tokio” la única mención es la siguiente: “Entre las reglas del bushido, las que imponen la calma, la cortesía y la sonrisa, son tan numerosas como las que exigen el sacrificio de la vida”.

El capítulo “El Carácter Caballeresco” comienza “– ¿Qué es el bushido? – preguntan aquellos que, desde hace largos años, oyen atribuir a esta virtud todos los triunfos japoneses, Y los doctores de Tokio, sonriendo enigmáticamente, contestan que bushido es todo,…” y “La Biblia Moral” comienza “..El bushido no es un misterio, ni una religión de iniciados!. Es un sentimiento caballeresco de la raza, algo como una regla de heroísmo elegante”.

Sin embargo, lo que es aún mucho más llamativo es que no hay referencia alguna a NITOBE y su obra, sino que se refiere a una conferencia sobre Bushido dictada en 1887 por Tesshu YAMAOKA (1836 – 1888) compilada y publicada por Masato ABE en 1902. YAMAOKA que fue uno de los primeros en utilizar el término “Bushido” fue un samurái, político y pensador que tuvo una destacada participación en la Restauración Meiji y también, un extraordinario maestro de Ken-jutsu, fundador de su propia escuela “Itto Shoden Muto-ryu”, practicante avanzado de Meditación Zen y eximio calígrafo de quien se dice que dejó más de 1 millón de hojas escritas. A diferencia con la obra de NITOBE que fue escrita pensando en el lector occidental (la traducción al japonés se publicó recién en 1908), en su visión se observa una mayor influencia del Budismo Zen y en lugar de presentar sus valores o virtudes en forma discriminada como NITOBE que identificó 7 virtudes, se refiere al principio fundamental de la “insustancialidad” (o “no-yo”).

El hecho de haber ignorado a NITOBE y su obra, evidentemente, no sería casual ya que tanto DARÍO como GÓMEZ CARRILLO eran admiradores del Japón tradicional y críticos de su proceso de occidentalización. Esto se manifiesta claramente en el artículo “Nuevo y Viejo Japón” de DARÍO escrito en agosto de 1904 en París y publicado en la edición del diario La Nación del domingo 2 de octubre de 1904 donde, increíblemente, se refiere al Ju-jutsu del que, sin lugar a dudas, tenía conocimiento al afirmar “Al Jiu-jitsu nacional han agregado los conocimientos adquiridos en el Creuseot y en Essen. Se les obligó a aprender la ciencia de la guerra en establecimientos occidentales…”. O, más aún cuando afirma en otra parte del mismo artículo, “…destruyeron toda la poesía posible y convirtieron a Madamme Crisantemo en institutriz inglesa y en enfermera. ¿En dónde están los antiguos pintores de Kakemonos, los antiguos Outamaros y Hokusais? ¿En dónde las nobles creencias, los generosos ideales, la dulzura del carácter, las genuflexiones, las pintorescas amorosas, el alma antes encantadora del pasado Japón?”.

“Nuevo y Viejo Japón” de R. Darío, publicado en el diario La Nación del 2.10.1904

https://archivoiiac.untref.edu.ar/356

            En “El Alma Japonesa” tampoco falta una mención sobre DOMECQ GARCÍA a quien seguramente habría conocido en París cuando éste estuvo radicado allí antes de ser enviado a Japón, cuando dice: “Mi amigo el capitán de navío Domecq García, decíame que durante la batalla de Thusima, los marineros de Togo apostaban, riendo, á quien primero muriese y cantaban bajo la metralla apacibles romances de antiguas hazañas. La literatura heroica, en efecto, forma parte de la vida de todo japonés”.

A propósito de DOMECQ GARCÍA, Kyuhei GASHU, en su libro “80 años de historia de la hermandad en la Argentina” hace referencia de un torneo de Judo organizado por Tajuro KUMAZAWA el 1 de diciembre de 1935 en la calle Carlos Calvo 1155 (sin precisar la institución) donde se habría reunido una gran cantidad de miembros de la colectividad junto a representantes de la Embajada del Japón y que contó como invitado especial al Almirante DOMEQ GARCÍA.

Un autor que no pasó desapercibido entre los argentinos fue el médico, escritor y diplomático argentino-boliviano, Eduardo WILDE (1844 – 1913) quien fue uno de los primeros argentinos en visitar Japón en el año 1897. WILDE que fue Ministro del Interior del Presidente Miguel JUÁREZ CELMAN entre 1886 y 1889 y embajador en los Estados Unidos en 1899, en México en 1900, en Bélgica en 1901, en España en 1907, en su obra “Por Mares y por Tierras” publicado en 1899, incluyó en su parte final apuntes sobre su viaje por Japón que inicia con el capítulo “I: Costumbres” y termina con “X. Entidad moral de los japoneses”.

            Asimismo, el poeta, periodista y diplomático mexicano José Juan TABLADA (1871 – 1945) es otro de los destacados autores latinoamericanos que escribió sobre Japón. A TABLADA que viajó a Japón entre los años 1900 y 1901 también se le atribuye la introducción de la literatura modernista hispana en dicho país, así como la introducción del modelo poético del haiku a la poesía hispanoamericana.

            TABLADA publicó 2 libros relacionados directamente con Japón, “Hiroshigué: el pintor de la nieve y de la lluvia, de la noche y la luna” y “En el País del Sol”. El primero publicado en el año 1914 se refiere al famoso artista de grabados ukiyo-e, Hiroshige UTAGAWA (1797 – 1858) y está dedicado al francés Edmond GONCOURT, autor de los libros dedicados a los artistas UTAMARO y HOKUSAI y a quien consideraba como su maestro.

Por su parte, “En el País del Sol” publicado en el año 1919 reúne 25 artículos publicados sobre Japón principalmente en la Revista Moderna que lo había enviado a Japón cuyo primer artículo data de julio de 1900, aunque también se incluyen artículos relacionadas con 2 autores de grabados ukiyo-e, Kunisada UTAGAWA (1786-1864)  y Toyokuni UTAGAWA I (1769 – 1825), que fueron publicados con anterioridad a su viaje, respectivamente en la Revista Azul en 1894 y en la Revista Moderna en 1899 y otros artículos publicados con posterioridad a su viaje como el artículo “El festival de año nuevo” publicado en 1912 en la Revista de Revistas.

Una respuesta

  1. Doy charlas de Judo en Prof. De Educ. Fisica de Mar del Plata, te agradezco
    nos compartas la historia, la cual sumo a la tarea docente.

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